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La lírica española 1901-1950

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La lírica española 1901-1950 Empty La lírica española 1901-1950

Mensaje  Admin Vie Abr 30, 2010 8:23 am

José Carlos Carrillo Martínez

Modernismo y Generación del 98
Tradicionalmente, los autores de finales del siglo XIX y principios del XX han sido divididos en dos grupos: modernistas y noventayochistas. Esta supuesta separación en dos grupos o escuelas se considera hoy superada, y tanto el Modernismo como la Generación del 98 se contemplan como dos aspectos de un mismo movimiento literario: la renovación poética de principios del siglo XX.

Pedro Salinas (1970) considera que tanto Modernismo como Generación del 98 son términos indistintos que designan al mismo movimiento cultural. El primero se iniciaría en América y el segundo en España, ambos a finales del siglo XIX. La separación entre ambas denominaciones se ha mantenido a lo largo de los años más por razones didácticas que científicas. No podemos olvidar que algunos autores supuestamente pertenecientes a la Generación del 98 –como Antonio Machado o Ramón María del Valle-Inclán– participan igualmente de las preocupaciones, intereses y estilos propios del Modernismo, ya que las circunstancias históricas y ambientales fueron las mismas para todos ellos.

El término Modernismo es anterior al de Generación del 98. Desde finales del siglo XIX se llamó modernistas a todos los autores que querían renovar el panorama literario anterior: se oponen al Realismo, agotado, y a la poesía prosaica de finales del siglo XIX (salvo Bécquer y Rosalía de Castro, que serán tomados como modelos). Este movimiento de renovación nace prácticamente a la vez en Europa y en América. De todos modos, podemos afirmar que los primeros fueron los autores hispanoamericanos, representados fundamentalmente por Rubén Darío.

En un principio el término modernista era despectivo, es decir, los contrarios a la renovación literaria calificaban de esta manera a los seguidores de Rubén Darío. Con el tiempo, este término ha perdido el matiz peyorativo y, como hemos dicho, se utiliza para designar un gran movimiento de innovación literaria.

El Modernismo –considerado en muchos casos un neorromanticismo– busca un nuevo lenguaje basado en una nueva sensibilidad, y rechaza el prosaísmo y la retórica vacía de la literatura anterior. Para ello, vuelve sus ojos hacia Francia, en concreto hacia dos movimientos literarios de la segunda mitad del siglo XIX:

El Parnasianismo, representado por Théophile Gautier, tiene como lema: el Arte por el Arte, es decir, la búsqueda de la perfección poética desde un punto de vista formal, olvidando los contenidos más humanizados. Los temas predilectos de este movimiento son los mitológicos, la Edad Media o los ambientes exóticos, que aparecen frecuentemente en la poesía de Rubén Darío y los demás autores modernistas.

El Simbolismo, representado por poetas como Verlaine, Rimbaud o Mallarmé, busca ir más allá de la realidad, de lo sensible. Pretenden encontrar las significaciones profundas u ocultas de la realidad, lo que no vemos, los aspectos correspondientes a los estados de ánimo. Para lograr esta finalidad aparentemente tan complicada, recurren a los símbolos (imagen física que sugiere algo no perceptible físicamente). Por ejemplo, el atardecer simbolizaría la muerte, el agua será la vida, el camino se correspondería con el paso del tiempo, etc. Además de en Rubén Darío, estos símbolos aparecen en Antonio Machado o Juan Ramón Jiménez.


Las características fundamentales de este movimiento de renovación poética son las siguientes:

Culto a la belleza sensorial: la luz, el color y los efectos sensoriales.

Gusto por la estrofa pulcra y cuidada. Pretenden que sus poemas tengan una gran musicalidad, y recurren a ampliar los ritmos y las formas métricas. Siguen usando los metros clásicos (endecasílabo u octosílabo), pero introducen medidas poco usadas hasta entonces: el alejandrino, el dodecasílabo (6+6) o el eneasílabo. Además, utilizan el ritmo de los pies acentuales: dáctilos (óoo), anfíbracos (oóo) o anapestos (ooó).

Expresión de lo subjetivo: el mundo de los sentimientos íntimos, el mundo de los ensueños de la fantasía. Aun así, temáticamente podemos distinguir dos polos en el Modernismo: la expresión de lo exterior ajeno al poeta y la intimidad sentimental. En relación con el primer tema, los autores escriben sobre paisajes, mujeres hermosas, reyes y príncipes, desfiles, paisajes exóticos. De aquí podemos deducir la insatisfacción que sienten hacia el mundo en el que viven, y su afán por escapar y evadirse mediante su poesía. Profesan una gran devoción por París. El otro polo temático sería la intimidad sentimental del poeta, una veces vitalista y alegre, y otras triste y melancólica. El paisaje se corresponderá simbólicamente con el sentimiento del poeta. Este segundo tema enlaza directamente el Modernismo con el posromanticismo de Bécquer o Rosalía de Castro.

Tono aristocrático y exquisito.

Búsqueda del “Arte por el Arte”, de lo bello como fin fundamental, lo cual, según Juan Ramón Jiménez, significará “el encuentro de nuevo con la belleza, sepultada por un tono general de poesía burguesa”.


Como hemos dicho más arriba, el principal representante del Modernismo es el nicaragüense Rubén Darío (1876-1916). De todos modos, no fue el primero, ya que tuvo importantes antecedentes como el cubano José Martí, los mexicanos Díaz Mirón y Gutiérrez Nájera, el cubano Julián del Casal y el colombiano José Asunción Silva, pero sí fue el autor que fijó definitivamente este movimiento a partir de la publicación, en 1888, de Azul..., obra de gran influencia, compendio de poemas y pequeños cuentos, que refleja todas las características del Modernismo repasadas más arriba. Otras dos obras podemos destacar de Rubén Darío: Prosas profanas (1896), su libro más vitalista y alegre, y Cantos de vida y esperanza (1905), dividido en tres partes. En la primera, titulada como el libro, aparecen los poemas de temática hispánica y política, basados en autores anteriores (Cervantes, Góngora), pintores (Velázquez, Goya) o hechos históricos (pérdida de las colonias en 1898). La segunda parte, titulada “Los cisnes”, recoge poemas contrarios al poder que EE.UU. estaba tomando ya a principios del siglo XX. La tercera parte del libro se titula “Otros poemas”. La temática es melancólica, triste y amarga.

La influencia de este autor sobre los autores españoles de principios de siglo es decisiva, e incluso los autores del 27 lo tenían como uno de sus modelos.

Afirmamos más arriba que el término Modernismo, aplicado desde el último tercio del siglo XIX, es anterior a la denominación Generación del 98. Ésta fue aplicada por José Martínez Ruiz, Azorín, a una serie de autores en cuatro artículos publicados en el diario ABC (después reunidos en su obra Clásicos y modernos, de 1913). Según Azorín, los autores más importantes que formarían parte de esta pretendida generación serían: Pío Baroja, Miguel de Unamuno, Ramiro de Maeztu, Valle-Inclán, Antonio Machado y él mismo. Como vemos, algunos autores, como Antonio Machado o Valle-Inclán, participan igualmente de las características del Modernismo, lo cual refuerza la tesis de que en realidad no pueden ser separados Modernismo y 98.

Juan Ramón Jiménez, en un artículo publicado en La voz el 18 de marzo de 1935, opinó sobre la amplitud del Modernismo: “no fue solamente una tendencia literaria: el Modernismo fue una tendencia general”.

Ricardo Gullón (1963 y 1969) opina que no pueden ser enfrentadas las denominaciones Modernismo y Generación del 98, y en todo caso el 98 formaría parte del Modernismo, más complejo y rico que el noventayochismo.

En este punto, cabe preguntarnos: ¿a qué se refiere Ricardo Gullón con el Desastre? En 1898 Cuba, Puerto Rico y Filipinas, las últimas colonias de ultramar que aún poseía España consiguieron su independencia, tras varios años de guerra, con la ayuda de EE.UU.. Este hecho histórico será reconocido desde entonces como el Desastre del 98 y da lugar a la decadencia definitiva de España. Se analizan las causas y se intentan buscar soluciones. A esto se dedicarán los autores encuadrados en el movimiento modernista denominado Generación del 98.

De todas maneras, y aun entendiendo el Noventayochismo como un aspecto particular del movimiento general denominado Modernismo, hay algunas características propias de la Generación del 98 que la individualizan y le dan personalidad propia (véase: Características de la Generación del 98.

Antonio Machado (1875-1939)
Nació en Sevilla, aunque en 1883 toda su familia se trasladó a Madrid. Tuvo una formación liberal ya que estudió en la Institución Libre de Enseñanza. A finales del siglo XIX estuvo en París, ciudad en la que conoció de primera mano las nuevas corrientes literarias del momento: Simbolismo y Modernismo. Desde 1907 ejerció como profesor de francés en Soria, donde se casó con Leonor Izquierdo, una muchacha de dieciséis años que murió cinco años después de la boda. Antonio Machado, desesperado, se traslada a Baeza (1912-1919), Segovia y Madrid. Partidario de la República, a medida que las tropas nacionales de Franco avanzaban hacia el este durante la Guerra Civil (1936-1939), vivió sucesivamente en Valencia, Barcelona y, finalmente, Collioure (Francia), un pueblecito cercano a la frontera española, donde murió.

Antonio Machado se educó en la estética modernista y en el empleo de un lenguaje simple y conmovedor. En su poesía observamos una doble influencia: Romanticismo (Bécquer, Rosalía) y Simbolismo, lo cual lo sitúa entre los autores modernistas, aunque él no se queda sólo con la poesía como juego estético, sino que la define como una honda palpitación del espíritu, la auténtica emoción humana. Así, Machado encaja dentro del Modernismo, pero también en la Generación del 98, sobre todo a partir de 1912 con la publicación de Campos de Castilla. Por lo tanto, este autor representa la unión e imposible separación de ambos movimientos.

Los temas principales de su poesía son: los recuerdos y evocaciones de su propia vida, la preocupación por España (Castilla y el paisaje de Soria como símbolos de la decadencia), el paso del tiempo, la muerte y la búsqueda de Dios.

En 1903 publica Soledades, ampliada posteriormente en 1907 con el título Soledades, Galerías y otros poemas. Esta obra es fundamentalmente modernista y, dentro de los temas de este movimiento, intimista y neorromántica. El Simbolismo está omnipresente para representar los estados de ánimo y las obsesiones del autor.

Su gran obra, Campos de Castilla, llegó en 1912, ampliada posteriormente en 1917. Además de los temas comentados, aparece el tema de Castilla, el sentimiento del poeta asociado al paisaje, la crítica a la “España de charanga y pandereta”, la esperanza en la juventud como elemento impulsor frente al atraso y la pobreza. Estos temas han motivado la inclusión del autor dentro de los autores del 98, puesto que los intereses y las preocupaciones de todos ellos eran coincidentes. Además de lo citado, el libro incluye unos cuantos poemas dedicados al recuerdo de Leonor, los “Proverbios y cantares” (composiciones breves de tema popular y seudofilosófico) y el largo romance “La tierra de Alvargonzález”. Esta obra no abandona completamente el Modernismo, a pesar de que incluye los poemas más conocidos de Antonio Machado.

Nuevas canciones (1924) recoge poemas escritos en Baeza y Segovia. En este libro adopta los metros cortos populares, la copla tradicional y los recursos expresivos del cante jondo, elementos que retomarán casi inmediatamente autores como Rafael Alberti o Federico García Lorca. Aparecen de nuevo los “Proverbios y cantares”, pero en este caso más depurados, sin elementos descriptivos.

La primera edición de sus Poesías completas es de 1917 y fue publicada por la Residencia de Estudiantes. La segunda, de 1928, aparece en Espasa-Calpe.

La poesía que Antonio Machado escribió posteriormente es escasa y de menor calidad que la anterior. Destacamos “Canciones a Guiomar” (publicadas por la Revista de Occidente en el número de septiembre de 1929) y algunas Poesías de guerra.

Juan Ramón Jiménez (1881-1958)
Nacido en Moguer (Huelva), se autocalificó como Andaluz Universal, título con el que firmó algunas de sus obras. Estudia en El Puerto de Santa María y comienza a pintar y a escribir poesía desde muy joven. Muestra síntomas de una salud débil, lo cual se agrava con la muerte de su padre. En 1900 fue a Madrid a luchar por el Modernismo. De aquí que sea considerado uno de los iniciadores del Modernismo en España. Poco a poco se convierte en un maestro para los demás poetas, que lo admiran y lo siguen. En 1916 se casa con Zenobia Camprubí. Al comenzar la Guerra Civil, se exiliaron a diversos países hispanoamericanos y Juan Ramón Jiménez impartió clases en diversas universidades. Se establecen en Puerto Rico en 1951. Allí, recibió el premio Nobel de literatura en 1956, pero ese mismo año murió su esposa, lo cual sumió al poeta en una profunda depresión. Murió en 1958.

Fue un hombre muy sensible, impresionable, elitista, amante de la Belleza y la perfección, que dedicó toda su vida a la poesía.

Es difícil clasificar a este autor dentro de un movimiento literario determinado. Muestra en sus obras características neorrománticas, modernistas, novecentistas y vanguardistas. Esta evolución nos hace pensar en un poeta en constante experimentación, con una poesía en creciente dificultad, dedicada a la minoría, siempre.

Por edad, pertenece a la Generación del 14 o Novecentismo, pero sus primeras obras beben de la fuente de Bécquer (Ninfeas y Almas de violeta, ambas de 1900) y del Modernismo: Rimas (1902), Arias tristes (1903), Jardines lejanos (1904) y Pastorales (1905). Se trata de una poesía adolescente, cargada de recuerdos, evocaciones, paisajes, jardines y atardeceres.

Evoluciona hacia una poesía más barroca, más modernista por la adjetivación y el uso del alejandrino en Elejías (1907-08) y Poemas májicos y dolientes (1909). Es un modernismo intimista, interior. Esta primera etapa termina con Sonetos espirituales (1914-1915).

El 2 de marzo de 1916, Juan Ramón Jiménez se casó con Zenobia. Los recién casados estuvieron tres meses por EE.UU. y durante este tiempo el poeta escribió Diario de un poeta recién casado, publicado en 1917. Esta obra abre un segundo periodo en la poesía de Juan Ramón. La poesía se va desnudando, es poesía pura, más intelectual y difícil, en la que el autor elimina los adornos innecesarios, el argumento o el sentimiento. Son poemas cortos y densos, dirigidos a una minoría. En esta etapa incluimos obras como Eternidades (1916), Piedra y cielo (1917), Poesía (1923) y Belleza (1923).

La tercera y última etapa sería la poesía que escribió en el destierro desde 1936. Es cada vez más profunda y metafísica, hermética, donde aparece un dios (con minúscula) que representa la conciencia mía de lo hermoso. En esta etapa destaca En el otro costado (1936-42) y Dios deseado y deseante (1948-1949).

Juan Ramón Jiménez representa la cima de la poesía española en el siglo XX, así como el poeta más influyente sobre la conocida como Generación del 27.

Otros autores modernistas
Manuel Machado (1874-1947)
Publica Alma en 1902. Enlaza su poesía con la de Rubén Darío y Verlaine. Representa el andalucismo tradicional y, dentro del Modernismo, fundamentalmente el Simbolismo. Encarna la corriente vagamente intimista y melancólica del Modernismo. Entre sus poemas encontramos temáticas ligeras y desenfadadas, folclóricas, además de una poesía de gran perfección técnica sobre temas pictóricos. Es un maestro en la mezcla de lo culto y lo popular, lo clásico y lo moderno. Otras obras destacadas son El mal poema (1909), Apolo (1911), Cante hondo (1912) y Ars moriendi (1921).

Francisco Villaespesa (1877-1936)
Es uno de los iniciadores del Modernismo en España. Al ser amigo de Rubén Darío, pudo introducir en nuestro país sus novedades literarias de primera mano. Representa el Modernismo tópico, sistematizado en las principales revistas y en una gran cantidad de obras, entre las que destacamos La musa enferma (1901) y Tristitiae rerum (1906).

Ramón María del Valle-Inclán (1866-1936)
Publica su primer libro en verso en 1907, titulado Aromas de leyenda, de influencia modernista, en concreto de Rubén Darío. En La pipa de kif (1919) aparecen temas esperpénticos, con rima estrambótica y deformación caricaturesca, aunque aún bajo los supuestos modernistas.

Miguel de Unamuno (1864-1936)
No ha sido valorado suficientemente en lo que a su poesía se refiere. El propio Antonio Machado se mostró en deuda con él. Los temas fundamentales de su poesía son los mismos que los de su prosa: la preocupación religiosa, el paisaje castellano, la regeneración nacional. Entre sus obras destacan Poesías (1907), El Cristo de Velázquez (1920), Teresa (1924) y su Cancionero (1928-1929).

Otros poetas modernistas destacados son Salvador Rueda, Ricardo Gil y Manuel Reina.

Las vanguardias europeas y la poesía española
En el primer tercio del siglo XX aparecen en Europa una gran cantidad de movimientos culturales (no sólo literarios) y artísticos basados en la provocación, la ruptura con lo anterior y el intento de buscar caminos nuevos al arte. Son las vanguardias, también conocidas como los ismos: Futurismo, Dadaísmo y Surrealismo. En España también encontraremos, además de la influencia más o menos amplia de los anteriores, el Ultraísmo y el Creacionismo.

Las características comunes de todos estos movimientos serían las siguientes:

oposición a la lógica, a la racionalidad y exaltación de la imaginación creadora sin trabas,

experimentación continua en busca de la originalidad,

el Arte por el Arte, alejado de la realidad


El carácter de las vanguardias es minoritario y elitista, así como efímero.

Futurismo: en 1909 el italiano Marinetti publica Manifiesto futurista, obra en la que exalta las máquinas, los avances tecnológicos, la velocidad. Prescinden de la sintaxis y la puntuación, y unen palabras al azar para formar poemas. El Futurismo influyó sobre algunos autores del 27, como Pedro Salinas (que dedica poemas a la bombilla o a la máquina de escribir) o Alberti (al fútbol).

Dadaísmo: nace en 1916. Su principal representante es el rumano Tristán Tzara. Este ismo lo niega todo, va contra todo. Propone la liberación de la fantasía y el poder creador por medio de un lenguaje incoherente. Su importancia radica en abrir el camino al Surrealismo.

En España hubo un autor en estos años que sirvió de impulsor de todos estos movimientos. Éste no es otro que Ramón Gómez de la Serna (1888-1963), conocido simplemente como “Ramón”. Participó en todos los movimientos renovadores y defendió las nuevas tendencias. Creó la greguería hacia 1910. Se trata de frases breves que recogen una idea original o una metáfora insólita a través del humor, el lirismo y el juego verbal.

Los poetas de la Generación del 27 fueron los que más rendimiento sacaron de estas nuevas tendencias. En España nació el Ultraísmo (que toma el nombre de la revista Ultra), una mezcla de Futurismo y Dadaísmo. Utilizó el verso libre, las imágenes, las metáforas y los poemas visuales, es decir, poemas que dibujan con sus palabras el objeto del que tratan, procedentes de los caligramas del francés Guillaume Apollinaire.

El Creacionismo fue fundado en Buenos Aires en 1916 por el chileno Vicente Huidobro, que en 1918 se instaló en Madrid y dio a conocer este ismo. Se propone crear una nueva realidad en el poema, el gozo de inventar. El principal representante del Creacionismo en España es Gerardo Diego.

El Surrealismo
Nacido en Francia, encuentra su base inicial en el Manifiesto del Surrealismo, publicado en 1924 por André Breton. La teoría del subconsciente como fondo psíquico donde se acumulan los deseos frustrados o los impulsos reprimidos, descubierta por Freud, se añade a las teorías sociales de Marx, y ambos al irracionalismo. De este cóctel nacerá el Surrealismo. Breton habla de automatismo psíquico como “dictado del pensamiento con ausencia de toda vigilancia ejercida por la razón, fuera de toda preocupación estética o moral”. Se pretende sacar al exterior todo lo que el poeta, como representante de los humanos, guarda en su subconsciente. Para ello, el Surrealismo propugna la escritura automática como principal técnica literaria. Otra técnica es la trascripción de los sueños. Así, encontramos textos absolutamente ilógicos, libres, desprovistos de ataduras formales o sintácticas. Estos textos son contrarios a la razón ya que proceden del subconsciente.

En España, el Surrealismo se dio mezclado con otros movimientos de vanguardia, aunque su personalidad y diferenciación destacan por encima de los demás. Afectó a la forma de expresión antes que al contenido. Los primeros textos surrealistas aparecen en las revistas literarias principalmente ultraístas, como La Gaceta del Arte (Tenerife, 1932-36), La Gaceta Literaria, L’Amic de les Arts (Cataluña, iniciada en 1926), Hélix.

Los poetas españoles más influidos por el Surrealismo son Juan Larrea, Vicente Aleixandre, Rafael Alberti, Luis Cernuda y Federico García Lorca.

Los autores del 27
Aunque a la Generación del 27 le dedicaremos un capítulo monográfico (Características de la Generación del 27), es importante reseñar en este punto los autores fundamentales que la componen puesto que un repaso a la lírica de la primera mitad del siglo XX que obvie a este grupo de poetas sería, evidentemente, erróneo.

Mucho se ha escrito sobre la denominación de este grupo de poetas. Está claro que el acto organizado en 1927 en Sevilla para conmemorar el tercer centenario de la muerte de Góngora es determinante para agruparlos a todos ellos en torno a un hecho generacional. A esta conmemoración asistieron Alberti, Lorca, Chabás, Bacarisse, Platero, Garzón, Jorge Guillén, Bergamín, Dámaso Alonso y Gerardo Diego, es decir, no acudieron todos los autores de primera línea de la Generación del 27, pero se trata de un hecho que los agrupa ideológicamente. Otras denominaciones que se han aplicado a estos autores han sido Generación de los años veinte, Generación de la dictadura (la de Primo de Rivera), Generación de la amistad o Generación de los poetas-profesores.

Los principales autores que conforman esta Generación son: Pedro Salinas (1892-1951), Jorge Guillén (1893-1984), Gerardo Diego (1896-1987), Federico García Lorca (1898-1936), Vicente Aleixandre (1898-1985), Dámaso Alonso (1898-1990), Luis Cernuda (1902-1963), Rafael Alberti (1902-1999).

Juan Ramón Jiménez ya había dejado claro su propósito de renovación del lenguaje y la forma poética basándose primero en el Modernismo y, posteriormente, en la experimentación y la poesía pura. Por ello, fue tomado como un maestro-modelo por los autores del 27. Además, no debemos olvidar la influencia que reciben asimismo de las vanguardias y de los autores clásicos.

Miguel Hernández (1910-1942)
Miguel Hernández pertenece a la Generación del 36, pero a causa de sus afinidades personales y poéticas con algunos autores del 27, como Federico García Lorca y Vicente Aleixandre, puede ser incluido junto a ellos como hermano menor o genial epígono (según Dámaso Alonso).

Nació en Orihuela (Alicante) en el seno de una familia humilde dedicada al pastoreo. Estudió solamente dos años en el colegio Santo Domingo de los jesuitas, porque tuvo que ayudar a su padre con el rebaño de cabras. Aun así, siguió leyendo y formándose por su cuenta. Entró en los ambientes literarios de su pueblo junto a su amigo Ramón Sijé y, en 1931, decidió marcharse a Madrid para probar suerte como poeta. Allí conoció a los autores del 27, además de a Pablo Neruda. En la Guerra Civil se alistó y combatió del lado de las tropas republicanas. Se casó en 1937 con Josefina Manresa. Su primer hijo murió al poco de nacer. Tuvo otro hijo al acabar la guerra, pero Miguel Hernández fue encarcelado. Murió de tuberculosis en la cárcel de Alicante en 1942.

Desde joven, Miguel Hernández fue conocido como el pastor-poeta, aunque poco a poco se fue ganando la admiración y el respeto de todos. En 1933 publica su primera obra, Perito en lunas, con influencia de Góngora. En 1936 llega El rayo que no cesa, formado en su mayoría por sonetos vitalistas y amorosos. El autor muestra ya un gran dominio de la técnica y una asimilación de las influencias recibidas. Además, el libro incluye la gran “Elegía a Ramón Sijé”, dedicada a su amigo fallecido.

Comienza la Guerra Civil y el autor se alista voluntario en el Quinto Regimiento, de ideología comunista, donde actúa como Comisario de Cultura. Su lenguaje se vuelve más sencillo y accesible para todo el mundo. Publica Viento del pueblo (1937), de temática social y El hombre acecha (1939), en la misma línea.

En la cárcel compone el Cancionero y romancero de ausencias (1938-41), donde se rebela contra la injusticia. Son poemas intimistas y conmovedores en los que recuerda, por ejemplo, a su mujer y su hijo en las “Nanas de la cebolla”.

Miguel Hernández es el primer poeta del siglo XX en España que se ocupa de temas sociales en su poesía. Actúa como puente entre la Generación del 27 y los autores de posguerra y su obra destaca por su apasionamiento, su hermosura y, sobre todo, su sinceridad.

La poesía de los años cuarenta
La Guerra Civil Española (1936-1939) supuso una ruptura absolutamente determinante en todos los órdenes de la vida, y la poesía no podía ser menos. Una vez acabada la contienda, el arte resurgió, aunque no puedo evadirse de la situación político-social que vivía España. Así, la conocida como Generación del 36 nace escindida en dos grupos opuestos:

Poesía arraigada: formada por Luis Felipe Vivanco (El descampado), Leopoldo Panero (Canto personal), Luis Rosales (La casa encendida) y Dionisio Ridruejo (Elegías). Comparten un hondo sentimiento religioso y quieren olvidar la guerra recién acabada. Para ello, escriben sobre temas como Dios, la naturaleza, el amor, la familia o el paisaje. Publican sus poemas en las revistas Escorial (fundada en 1940) y, principalmente, en la revista Garcilaso (1943). Esta revista reúne a un grupo de autores denominados juventud creadora entre los que destacan los ya mencionados, además de José García Nieto, director de la revista.

Poesía desarraigada: en 1944 surgió un movimiento opuesto al anterior. La publicación de Hijos de la ira, de Dámaso Alonso, y de Sombra del paraíso, de Vicente Aleixandre, así como la aparición de la revista poética Espadaña, fueron tres aldabonazos en la conciencia poética de nuestro país. Estos autores no están conformes con el mundo que les rodea, y lo gritan a los cuatro vientos. Se enfrentan a los autores de Garcilaso por medio de una poesía comprometida y directa, en la que lo importante es el contenido y no la forma. Los autores principales de este grupo son Victoriano Crémer y Eugenio de Nora.

En 1947, José Luis Hidalgo publicó Los muertos. El autor murió unos días antes de su publicación, aunque esta obra ha quedado como un manifiesto de la angustia ante la muerte y la búsqueda de un Dios ausente.

La poesía del destierro
A causa de la Guerra Civil, un gran número de autores españoles se vieron obligados a salir de España. La mayoría de estos siguió publicando allí donde se encontraban. Ya hemos hablado del caso de Juan Ramón Jiménez, que desde América siguió buscando la Belleza. Dentro de la Generación del 27 debieron exiliarse Rafael Alberti, Pedro Salinas y Luis Cernuda. Federico García Lorca murió en los primeros días de la contienda y Miguel Hernández unos años después.

Desde fuera de la madre patria, los autores se encuentran más libres para decir lo que piensan y para denunciar lo que, de haber permanecido en España, hubieran debido callarse.

León Felipe, un autor ajeno a cualquier etiqueta generacional, autor de Versos y oraciones del caminante (1920), se exilió a México, donde murió.

Otros autores exiliados muy cercanos a los del 27 fueron Juan José Domenchina, Juan Rejano y Pedro Garfias.



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